El Perro es comúnmente presentado como un carnívoro oportunista mientras que el Gato se caracteriza más como un carnívoro estricto. Aplicar este término no significa que el régimen de estos animales deba basarse, de forma exclusiva, en una fuente alimenticia cárnica porque una cierta cantidad de los nutrientes requeridos por su fisiología no son constitutivos absolutos en los productos cárnicos.

En la práctica veterinaria el objetivo no es únicamente garantizar la supervivencia del animal sino optimizar su calidad de vida, evitando al máximo las afecciones crónicas.

Para lograr esta premisa, el objetivo nutricional debe asegurar que los aportes energéticos y de cada nutriente logren un equilibrio adecuado a los requerimientos que se definen según la especie, su condición particular de vida y el riesgo de aquellas afecciones que pudiera sufrir eventualmente.

Antes de sumergirse en la importancia de cada nutriente es de crítica relevancia hacer un breve esbozo que permita enmarcar los comportamientos propios de los Perros y Gatos. En términos generales, el Perro posee un comportamiento glotón en relación con el consumo de raciones y que es importante considerar. Esta buena disposición para la toma de alimentos podría inducir a un riesgo importante de presentación de problemas tales como el síndrome de dilatación y torsión del estómago (de forma especial en las razas de Perros grandes). Adicionalmente, la conducta de saciedad siguiente al consumo de una ración no es permanente, después de pasadas algunas horas. Por las razones expuestas es que no es conveniente ofrecer al Perro una única ración sino, mejor, 2 o 3 durante el día. El apetito del Perro proporciona un valor social a la actividad misma de la alimentación y un Perro podrá aumentar su consumo voluntario de alimentos si tiene congéneres en proximidad.

En los Gatos, en cambio, el número de veces que consume sus alimentos puede llegar a ser más elevado (entre 10-30) y se repartiría durante la totalidad de la jornada diurna y nocturna. En nuestros días se reflexiona profundamente sobre la frecuencia de la alimentación del Gato para permitir un ritmo de consumo que se acerque al óptimo de 10-20 raciones. Con el fin de lograrlo, debe ofrecerse una ración ad libitum al animal. Si bien es cierto que algunos Gatos son capaces de regular su propio consumo, otros, particularmente los que han sido esterilizados, carecen de esta regulación y elevan el consumo de raciones de alimentos. Por ende, para que se logre un balance entre el comportamiento de los Gatos y el consumo de una cantidad importante de alimento, es requerido que la actividad de toma de alimentos del Gato se enriquezca de forma lúdica, con desafíos que estimulen al Gato (por ejemplo, usando botellas agujereadas que contengan croquetas, escondiendo alimentos en diferentes lugares de su entorno, etc.). Estas actividades, además de cumplir con el requisito de brindar el alimento, aportarán suficiente actividad física, reduciendo los comportamientos glotones. Contrario a lo que sucede con el Perro, el Gato no le concede un valor social a la actividad de alimentarse y su pretensión es comer en condiciones de calma.

Cuando se toma la decisión de suministrar un suplemento alimenticio a Perros y Gatos deben considerarse un par de factores, claves pero sencillos, para que esta selección sea adecuada: 1) Que el suplemento seleccionado no cause daño ni efectos colaterales 2) Que la selección de los ingredientes se base en evidencia científica de que estos van a generar beneficios en casos donde existan condiciones médicas preexistentes.

Estas dos consideraciones le dan una especial relevancia a la anamnesis de la mascota considerando, por encima de otros factores, aquellos requerimientos específicos según la edad y la condición de vida propia de los animales.